sábado, 17 de febrero de 2018

El viaje donde le pude poner cara a Venezuela.


Esto va a ser muy diferente a lo que he escrito. No es una entrevista porque no quise arruinar el momento sacando mi celular y hacer el típico protocolo de periodista-entrevistada. Quería gozar plenamente la sensación, el asombro y la alegría que nos dio a mis amigos y a mí conocer a esta mujer. 

Comenzaré desde el principio. Estos carnavales, improvisadamente, me fui con 2 amigos y los papás de uno de ellos a Chichiriviche. Inicialmente teníamos planeado ir un grupo de amigos a la playa, pero solo conseguimos ir nosotros 3 porque, primero, estábamos improvisando todo esto y, segundo, porque la triste realidad es que todo nombre que se nos pasaba por la mente para invitarlos a la playa no se encontraba en el país. Así que el señor Humberto, la señora Marta y Leticia Sofía (el perro) nos acompañaron o más bien debería decir que nosotros los acompañamos a ellos. Tenía años que no visitaba este lado del parque Morrocoy y fue cool pasar por este pueblito y recordar las vacaciones que pasé aquí en mi infancia y al final la pasamos demasiado bien, la verdad es que tenía tiempo que no la pasaba bien.

El último día que teníamos de playa, queríamos ir a Cayo Sal, que está justo al frente del pueblo, y llegar allá solo te toma 5 minutos o menos en peñero. El hermano de uno de mis amigo, Beto, nos regaló el viaje en peñero para que pasáramos los 3 un día de playa. Lo sé, ese hermano es genial. Así que nos despertamos, desayunamos y nos fuimos a que Peludo, el señor del peñero, nos llevara a Cayo Sal. Para ser carnavales, Chichiriviche estuvo bastante vacío, de hecho Luis, uno de mis amigos, me comentaba que el pueblo solía estar tan full que era difícil transitar el boulevard donde se encuentran los mercados y licorerías, y Cayo Sal no fue la excepción. No les mentiré, si había gente pero no era algo descomunal, como diría Luis: "parece un sábado normal". Llegamos a Cayo Sal y nosotros, en vez de alquilar un toldo y sillas, como las personas normales haría, decidimos instalarnos en un espacio que encontramos a orillas del mar, donde había un pequeño árbol de playa (no, no era una palmera pero no se como se llama ese tipo de árbol) que hacia la sombra perfecta para nosotros y estábamos bien apartados de las personas. Nos instalamos en nuestro hueco donde estuvimos horas hablando paja, tomando birras y sangría, oyendo buena música y fumando el narguile que Nelson trajo. Menciono el narguile porque fue un elemento clave para que ella, la mujer de la fotografía, rompiera el hielo para hablar con nosotros.

Verán, todo el que pasaba por donde estábamos nosotros nos miraba como si fuésemos unos hippies fumando cosas raras, la cara de las personas era un poema, y sin embargo como había personas mirándonos feo, también existía ese tipo de venezolano salido que se nos acercaba y nos preguntaba si le permitíamos un jalón del narguile y nosotros no teníamos ningún problema y se lo permitíamos. Se nos acercaban hasta niños (ojo, no le dimos). Ella fue una de esas personas que se nos acercó pero vino con la siguiente frase: "¡Hola muchachos! Disculpen que los moleste, pero a parte de la droga que se estén fumando, ¿tendrán de casualidad sal?". Nos reímos y ella se río de su propia joda, le dijimos que no teníamos ninguna de las dos cosas y de salidos le preguntamos que para qué lo quería, era para el pescado que estaba preparando. Yo le recomendé que fuera a orillas de la playa y lo mojara un poco con el agua salada pues así lo he hecho en varios viajes y sirve perfecto. Nos sonrió agradecida por el consejo y nos dijo de la nada: "Se ven que son buenos chamos, tú sabes de los que ya no hay en Venezuela porque se están yendo." Nos quedamos callados y creo que fue Luis quien le respondió diciendo algo así como: "pues aquí estamos y aquí seguiremos." Se despidió con una sonrisa y se fue con su familia, que estaba justo al lado de nosotros.

"Que bien me cae esa mujer", dijo Luis, "es tal cual lo que yo amo de los venezolanos. Es salida, pero educada, alegre y demasiado pana." Que mujer tan encantadora. Estuvimos los 3 hablando de ella, la buena vibra que transmitía y ni siquiera la conocíamos lo suficiente. Transmitía una energía tan sabrosa. Voy a intentar describirla para ustedes, para que más o menos entiendan el contexto, ella a simple vista puede ser marimacha, pues su cabello corto y contextura puede malinterpretarse, tiene una voz dulce y escandalosa pero no fastidiosa, se le nota a leguas lo buena gente que es y las ansias de conocer personas, joder y simplemente vivir el ahora, tiene una labia que engancha a cualquiera y además tiene toda la pinta de no parar de hablar de todo tema que le pongan, es de ese tipo de personas que te daría la cola si estás pidiéndola en plena carretera, dispuesta a ayudarte no importa que tan extraño seas, es ese tipo de personas que solo basta una conversación corta para marcarte. Ella es una buscadora de vidas, pues existe para marcarlas. Así es ella.

Después de unas horas de la primera interacción con ella, a eso de las 2:30 pm, se nos acerca con algo en las manos. "¡Vecinos! Les traigo aquí un poquito del pescado que hicimos. Pensé que tendrían hambre y les guarde uno para que ustedes compartan." Nos sorprendió tanto ese gesto de ella. Hoy en día muy pocos comparten de su comida y mucho menos a unos completos extraños que recién conociste en la playa. Tengo la teoría de que la misma vibra que ella nos transmitió a nosotros, se la transmitimos a ella también. Le aceptamos encantados el pescado con plátano que había hecho. Estaba BRUTAL. Ella se retira y nos deja la comida para seguir con su familia en el día de playa. En eso yo comento:"Quiero tomarle una foto y entrevistarla." Mis amigos saben que yo hago entrevistas y les pareció una idea maravillosa, así que Luis me hizo el favor de llamar a nuestra vecina a que se acercara para hacerle un par de preguntas y ponerle nombre a esta persona tan chévere. Ella inmediatamente se acercó y le pregunté si le podía tomar una fotografía.


- "¡Ay! Que pena. ¿Estás segura que quieres una foto mía?", dijo ella. 
- "¡Claro que sí! Tengo que contar tu historia." Le dije mientras apuntaba la cámara para sacar la fotografía. 
- "Ah bueno, pero ¿cómo quieres que me ponga? ¿Sonriendo? ¿Seria?" 
- "Como tu quieras." le dije, puso su bella sonrisa y he allí la fotografía. Pero no me podía quedar con la fotografía sin nombre, así que le pregunté como se llamaba. 
- "No me vas a creer cómo me llamo... Mi nombre es Venezuela." 
- "¡NO JODÁS!" dijimos los 3 casi que al mismo tiempo. Es cierto, no lo podía creer. Le tuvimos que pedir su cédula y todo. Quedamos locos con su nombre. Estábamos en shock. Además le dijo su nombre a 3 jóvenes que aman con locura esta tierra y estábamos hablando justamente de lo característico que es de los venezolanos ser así como ella y ella era Venezuela. ELLA ES VENEZUELA. Estoy escribiendo esto y todavía no lo creo.


Ella es Venezuela Martín, tiene 51 años y es del 23 de Enero, Caracas. Vivió por 20 años en Roma donde trabajaba en la embajada de Venezuela. Por lo que recuerdo tiene 2 hijos, una hija que también es fotógrafa y razón por la cual me aceptó tomarle la foto pues dijo que le recordaba a ella, y un hijo que también se atrevió a decir que Luis se le parecía mucho a él. Hoy se encarga de llevar con orgullo el nombre de su país. Su energía y buena vibra nos recordó lo que fue nuestro país y ella se ocupa de que nadie olvide eso y da esperanza a que eso que fue alguna vez Venezuela, vuelva a hacerlo.

"Si, chamo." dijo riéndose después de nuestra reacción a su nombre. "Requiere una enorme responsabilidad decir mi nombre, ¿sabes? Porque cuando digo mi nombre comparan mi comportamiento con la situación del país. Entonces imagínate, si hago algo mal me salen con un comentario 'coño como el país'". 
"Sabes, solo te acepté la fotografía porque me recuerdas a mi hija. Las personas creen que soy lesbiana por mi corte. Me corté el pelo por una enfermedad que tuvo mi hija. Me gusta mi corte, creo que me veo bien, a veces me da cierta inseguridad por lo que pueden malinterpretar pero soy bastante femenina." Dijo sonriendo coqueta.
"Me encanta que jóvenes como ustedes sigan disfrutando de su país. Me encanta que sigan en Venezuela porque venezolanos como ustedes, que son diferentes, solo se ven en Europa. Es una lástima que tantas personas se hayan tenido que ir por la situación, los entiendo pero igual duele ver que se marchen." 
"Ahora Venezuela está sembrando semillas por todo el mundo, solo espero que cuando crezcan lo suficiente regresen a sus raíces. Hace falta jóvenes como ustedes, hace falta todos los venezolanos que se han ido."


Básicamente fue así la conversación, no pude preguntarle mucho y sinceramente esto es lo que me acuerdo que habló porque no grabé la entrevista. De verdad disfrutamos tanto hablar con ella. Nelson no dejaba de decir "¡¿Cómo te puedes llamar Venezuela?!", yo no podía creer que le estaba poniendo cara a Venezuela y Luis oía a Venezuela fascinado y prácticamente él fue el que terminó hablando más con ella.

Yo en los últimos meses he estado sumamente deprimida y triste. La verdad es que estoy harta de despedir a las personas, estoy harta de la fuga de talentos venezolanos, ver fotos de "¡Éxito en tal lugar!" ocupando todo mi timeline me desmotivan y lo que más me ha puesto triste es que últimamente solo pensaba en cuantos días me quedan para graduarme e irme... Graduarme e irme. Jamás pensé que algún día me iba a plantear el hecho de irme de aquí. Wow, es que lo escribo y se me aguan los ojos. Estuve sin ganas de hacer nada porque me decía: "¿Para qué esforzarme en algo si igual me iré de aquí? Que alguien más se preocupe por eso, ya yo no lo haré". Creo que esa frase me envenenó, me frenó en muchas cosas que creía que podía hacer para el país. En definitiva he hecho todo lo que está a mi alcance para hacer algo por Venezuela, puedo fácilmente decir que he dado mi vida por el país y el que me diga que no hice algo, no me conoce nada y no tiene ni idea de lo que está hablando.

Conocer a Venezuela Martin me motivó muchísimo y marcó una etapa de mi vida que desde ese lunes de carnaval decidí que iba a comenzar a hacer. Ella me dio ánimo y ganas a seguir echándole pichón mientras esté en esta tierra que tanto amo. Hablar con ella me recordó todos los proyectos que yo tengo para hacer de Venezuela el país próspero y hermoso que tanto anhelamos muchos. Mientras esté en Venezuela no me permitiré volver a pensar en cuántos días me quedan para irme, más bien pensaré en cuántos días me faltan para aprovechar a mi país y amigos (mientras no se vayan antes que yo) todo lo que pueda. Me iré porque por ahora ese es el plan (no tengo fecha aún) pero... me gustaría tener una excusa pronto para poder quedarme.

Este viaje me demostró que Venezuela es verdaderamente un nombre de mujer y además de una mujer hermosa, cabello corto, encantadora y con tatuajes en los brazos. Venezuela es una mujer de pinga con ganas de vivir el presente y marcar a las personas. Venezuela existe para marcar vidas. Esa es la Venezuela que, desde ese lunes, tiene rostro y apellido. ¡Gracias Venezuela! Me recordaste porque amo a mi país y marcaste mi vida solo con tu amabilidad.



PD: Uno de mis amigos, es @gatocaricatura y le dije después de haber hablado con Venezuela que sería lindo que la dibujara. Gato le dibujó algo y quiso entregárselo, pero nos fuimos de Cayo Sal antes y ella no pudo recibirlo. Si compartes esta historia para ver si casualmente ella lo ve y así contactarla,sería genial. Vamos a intentar a ver si podemos contactarla para entregarle su dibujo.










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Ubicación: Chichiriviche, Venezuela

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